El concepto de «información» ha sido, durante décadas, una cuestión de controversia y debate debido a su magnitud. Se trata de un término que se ha estudiado y revisado desde ramas del conocimiento como la social, la tecnológica o la biológica.
Los medios de comunicación tradicionales han contado siempre con herramientas de control con las que contrastar información y fuentes para que estas sean actuales, confiables y válidas. En caso de obtener hechos y datos falsos, las noticias perderán su valor, debiendo asumir la responsabilidad de lo manifestado y teniendo que rectificar.
Pero ¿qué ocurre cuando no existe este mecanismo de control? ¿Qué sucede cuando los individuos se amparan en el anonimato o en fuentes ficticias? Entonces, surge la temida y peligrosa «desinformación», que encuentra en las redes sociales su mayor canal de difusión.
En este artículo, te contamos todo lo que necesitas saber a la hora de utilizar el entorno digital sin riesgos. ¡Toma nota!
La era de la desinformación
El arte del engaño y la propaganda ha estado presente en la historia del ser humano, durante siglos, con distintos fines; entre otros, manipular la opinión pública o efectuar estrategias combativas. En este contexto, surge lo que llamamos «desinformación», que no es más que la suma de dos factores:
- Una alteración de la realidad que se presenta como verdad.
- Una intención por parte de una persona o entidad; normalmente, doblegar la opinión pública o de un determinado sector para influir y obtener beneficios.
Para entender el fenómeno de la desinformación, es de vital importancia tener en cuenta quiénes somos: una sociedad que, de forma constante, recibe toda clase de contenidos. Esto dificulta la labor de ejercer un análisis crítico permanente que nos haga preguntarnos quién ha dicho qué y con qué objetivo. Sin embargo, no se puede reducir todo al número de estímulos que recibimos. En la propagación de la desinformación, hay otros factores que han influido a lo largo de los años:
- Los medios de comunicación tradicionales han perdido parte de su reputación desde la crisis de 2008, siendo las redes sociales las grandes favorecidas. Estas han cambiado el paradigma, convirtiendo a los usuarios en «medios de comunicación», delegando a las fuentes tradicionales. Asimismo, existen figuras con autoridad, llamadas «influencers», que pueden dirigirse a una amplia audiencia en detrimento de los canales históricos.
- El entorno digital nos obliga a demandar y ofrecer inmediatez, lo que permite crear y difundir de manera rápida desinformación (a veces, sin saberlo).
- Cada vez más, nos dirigimos hacia una «emocionalización» de los discursos, uno de los puntos fuertes de la desinformación.
- En las redes sociales, impera el anonimato, lo que permite crear identidades falsas o virtuales para dirigirnos a un público objetivo concreto y contar lo que dicho público quiere escuchar.
En este escenario, se pone de manifiesto la necesidad de desarrollar mecanismos y herramientas que nos permitan, no solo identificar la desinformación, sino combatirla. Porque una sociedad que se rige por la desinformación es una sociedad abocada al fracaso.
¿Cuál es el papel de las redes sociales?
En la era de las tecnologías, el uso de las redes sociales ha supuesto el nacimiento de vínculos sociales y culturales entre personas conectadas, no solo por dichas plataformas, sino por una serie de intereses y gustos comunes.
Así surgen los denominados «sesgos cognitivos», entre los que destaca el sesgo de confirmación. Este, en pocas palabras, indica que tenemos tendencia a asumir como verdaderas todas las afirmaciones que casan con nuestras creencias, y a considerar falso todo aquello que cuestione nuestro pensamiento.
¿Y qué papel desempeñan las redes sociales en el refuerzo de nuestras ideas? Estas favorecen la personalización de los contenidos con base en las preferencias de los usuarios (algoritmos). En consecuencia, se produce un «efecto burbuja»: los usuarios reciben, de manera constante, informaciones cuyo enfoque se adecúa a sus intereses y opiniones.
No solo eso. Si atendemos a la propia configuración de las plataformas online, podemos establecer que hay cuatro hechos, a priori, innegables:
- En las redes sociales existen un alto número de cuentas falsas que no siempre son eliminadas.
- Las redes sociales diseñan algoritmos que promueven contenidos sensacionalistas, reforzando el efecto burbuja mencionado.
- En la mayor parte de los casos, estas plataformas carecen de transparencia.
- Los usuarios están desprotegidos al ceder las plataformas sus datos privados con el fin de que estos reciban publicidad acorde a sus intereses (microtargeting).
El lado bueno de las redes
Sin embargo, por contradictorio que pueda parecer, las redes sociales son también una herramienta con la que combatir la desinformación, poniendo siempre el foco en el contenido que se difunde. A continuación, analizamos las acciones llevadas a cabo por las principales plataformas para hacer frente a la desinformación.
Google ofrece formación para facilitar a profesionales del periodismo herramientas de comprobación de datos a fin de luchar contra la desinformación. A su vez, promueven iniciativas de verificación a través de la cesión de infraestructuras y aportaciones económicas. Asimismo, la plataforma ofrece información sobre el contexto de las noticias en los resultados de las búsquedas más controvertidas.
YouTube
En la plataforma no están permitidos los contenidos falsos o engañosos que puedan causar daños a personales reales (elementos multimedia manipulados, promoción de remedios o curas peligrosos, contenido que interfiera en procesos democráticos o contenido mal contextualizado en el tiempo).
¿Y qué hay sobre el consumidor? El algoritmo de YouTube se configura de manera que los vídeos de medios de comunicación destaquen por encima de otros que son de baja calidad o que promueven desinformación.
Facebook e Instagram
Facebook lanzó en 2016 un programa externo de verificación de mensajes, imágenes y vídeos subidos a la plataforma con el objetivo de identificarlos como verdaderos, falsos, mixtos, no verificables, sátira, opinión o broma, entre otros. Sin embargo, ni esta ni Instagram eliminan los bulos —solo los que atentan contra las condiciones de uso de las plataformas—, sino que se llevan a cabo penalizaciones. El proceso es el siguiente:
- Cuando un usuario sube un contenido, se analizan cientos de miles de indicios que permiten identificar si se trata de un mensaje sospechoso.
- Si el contenido analizado resulta «sospechoso» tras el análisis del algoritmo o tras la denuncia de un usuario, se realiza un trabajo de verificación.
- Tras el proceso de verificación, si se considera que el contenido es desinformativo, se aplica la penalización, que se traduce en una menor visibilidad y, en consecuencia, una menor difusión. Incluso llegar a restringir la cuenta y eliminar el acceso a la misma por parte del usuario creador de contenido.
Además, desde 2018, las cuentas en Facebook e Instagram pueden recibir una insignia de verificación. Esto las posiciona como referentes y cuentas de referencia a las que acudir en caso de buscar un contenido concreto.
La red social del microblogging afirma que no se pueden usar sus servicios con el propósito de «amplificar o suprimir información de forma artificial, ni llevar a cabo acciones que manipulen u obstaculicen la experiencia de los usuarios». Por ello, no se permite el uso de la plataforma para llevar a cabo acciones a escala masiva, engañosas o agresivas que confundan a otras personas.
Según la política de advertencias de la plataforma, es posible solicitar a los usuarios que eliminen los mensajes cuya naturaleza incumpla la política y resulten perjudiciales. Asimismo, se puede proceder a bloquear el acceso a una cuenta durante un período antes de que el usuario pueda volver a publicar mensajes o compartir información de terceros.
WhatsApp, utilizado por un 35 % de la población española como medio informativo, es el primer servicio de mensajería privada que se ha unido al «Código de buenas prácticas reforzado» de la Unión Europea contra la desinformación. Dado que se trata de un servicio de mensajería privada, no es posible llevar a cabo un proceso de monitorización de los contenidos que se envían. Sin embargo, la plataforma ha implementado algunos cambios para frenar la propagación de la desinformación.
En 2020, el servicio de Meta ya impuso, con el objetivo de impedir la difusión de desinformación sobre la pandemia de la COVID–19, un límite al reenvío de mensajes. De esta manera, un icono de una doble flecha informa al usuario de si un mensaje ha sido reenviado más de cinco veces y, por lo tanto, no se trata de un mensaje personal.
A su vez, cuando se considere que un mensaje ha sido muy reenviado, se establecerá un límite para que dicho mensaje solo pueda reenviarse una vez. Así, se frena la posibilidad de que una desinformación viral continúe propagándose por diferentes chats.
TikTok
TikTok es una de las redes sociales que mayor número de iniciativas ha lanzado con el objetivo de luchar contra la desinformación, ofreciendo a los usuarios distintas herramientas para detectar bulos.
En 2019, nació TikTok Tips, un perfil de la compañía que busca promover la seguridad y la privacidad de los usuarios a través de vídeos, creados por expertos y tiktokers de renombre, que buscan luchar contra la desinformación y promover la seguridad.
En junio de 2020, la compañía anunció la iniciativa #LearnOnTikTok, un proyecto con el que crear contenido educativo (consejos y tutoriales relacionados con distintas ramas) con la ayuda de profesionales de la educación, expertos e investigadores de toda la geografía. En 2021, de manera complementaria, surgió #FactChefkYourFeed, una campaña para promover el pensamiento crítico y concienciar a los usuarios sobre la difusión de los bulos mediante el análisis de temas de actualidad en los que existe una gran desinformación: alfabetización mediática, información financiera, dietas y ejercicio y espacios inclusivos.
¿Qué organizaciones luchan contra la desinformación?
En España, tres son las organizaciones oficiales cuya labor se centra en la verificación de información. Estas pertenecen a la IFCN (International FactChecking Network), la mayor iniciativa de fact-checking a nivel mundial. Te contamos un poco sobre cada una de ellas:
- Maldita.es. Organización sin ánimo de lucro con tres objetivos principales: 1) monitorizar el discurso político y promover la transparencia en las instituciones; 2) verificar y luchar contra la desinformación; 3) promover la alfabetización mediática de la ciudadanía para defenderse de la desinformación.
- Newtral. Startup fundada en 2018 por la periodista Ana Pastor con tres áreas de negocio: innovación en el periodismo a través del fact-checking, producción de programas para plataformas y televisión y nuevas narrativas en redes sociales. En 2020, la organización lanzó el primer Máster en Verificación Digital, Fact-Checking y Periodismo de Datos.
- EFE Verifica. Servicio de verificación de datos de EFE que lucha contra la desinformación de dos maneras: 1) comprobación de la veracidad de mensajes y contenidos que se viralizan o se difunden con frecuencia en el discurso público; 2) explicación y contextualización de acontecimientos que provocan división y confusión en la sociedad.
Estas son las principales, pero ¿qué sucede con la ciudadanía? Esta debe potenciar sus competencias activando la «alfabetización mediática», que no es más que desarrollar la habilidad de detectar contenidos engañosos antes de ser compartidos. En el siguiente punto, explicamos qué tener en cuenta.
¿Cómo detectar la desinformación en las redes sociales?
En nuestro día a día, la desinformación se presenta bajo la apariencia de bulo (lo que, comúnmente, llamamos «fake news»). Esta se difunde de manera más rápida y de forma más viral que cualquier otro tipo de información por la sencilla razón de que nos parece más novedosa y atractiva que la realidad. Por ello, es importante conocer sus características principales:
- La información suele ser anónima, aunque se suele incluir una mención a una supuesta fuente de confianza (policías, abogados, médicos…).
- El mensaje no hace alusión a un momento concreto, sino que presenta una forma atemporal; de esta manera, su fecha de caducidad es indefinida.
- Utiliza un lenguaje neutro a fin de que este tenga validez en los países de habla hispana.
- Se incluye siempre una historia que llame la atención debido a su naturaleza económica, morbosa o de miedo.
- Se pide que el mensaje se reenvíe a fin de llegar al mayor número de personas posibles y, así, concienciar o alertar a otros.
- Cuando el bulo se presenta como una noticia, hay que atender al titular (llamativo y, a veces, agresivo), al contenido (lenguaje sencillo), a la fuente (se cuentan hechos, pero no hay datos concretos ni fuentes fiables) y al material gráfico (imágenes descontextualizadas que refuerzan el mensaje principal).
Si lo llevamos a acciones concretas por parte del usuario, podríamos definir los siguientes consejos:
- No quedarse solo en el titular, pues puede ser exagerado o sensacionalista, alejándose de la realidad y convirtiendo un hecho cierto en desinformación.
- Buscar una noticia en diferentes medios, pues, si no se refleja en ningún sitio, es muy probable que sea un bulo. Nuevo
- Consultar plataformas de fact-checking como Maldita.es o Newtral.
- Desconfiar de los audios que narren unos hechos sin aportar pruebas, especialmente cuando tratan de promover odio hacia colectivos determinados.
- Sospechar de imágenes y vídeos que estén fuera de contexto.
- Desconfiar de publicaciones en redes sociales que lleguen a través de capturas de pantalla, pues la manipulación es muy común.
¿Qué podemos concluir después de tanta información (nunca mejor dicho)?
La era en la que nos encontramos exige que la lucha contra la desinformación sea una labor conjunta entre las grandes compañías, la ciudadanía, las instituciones y los profesionales de la información. Esta es la única manera de, si no poner fin, limitar las consecuencias de un mal que afecta a la sociedad.
Porque hay a quienes no les importa la verdad, sino su verdad, la que confirma sus creencias y no refuta sus opiniones. Es a ese punto peligroso a donde deben dirigirse las acciones de cualquier persona o entidad que busca una sociedad libre de desinformación. Si no hay peor ciego que el que no quiere ver, habrá que enseñar a mirar. Frente a la desinformación, educación.